Museos y accesibilidad cognitiva

Maria Cacheda, gestora cultural con perspectiva feminista.

(Article originalment publicat en català a Núvol).


Estaría bien reservar unas horas para las personas discapacitadas para que puedan venir a nuestros museos.

Tengo un ahijado, se llama Lucas. Tiene dieciocho años y tiene autismo. De pequeño paseábamos y jugábamos juntos por un parque, que era su favorito y que estaba junto a un museo. Desde que comenzó a caminar Lucas corría por los diferentes espacios del jardín, siempre siguiendo los mismos recorridos y admirando los mismos descubrimientos. Al final del itinerario del parque estaba el museo. Entrábamos, y mientras nos registrábamos en el mostrador él ya comenzaba su trayecto por los pasillos anchos y blancos que te llevaban a las diferentes salas. Lo miraba todo, pero el espacio arquitectónico era lo que más le cautivaba: las rampas, las escaleras, los pasillos y los techos altos, todo atenuado por una luz cálida que entraba por las ventanas altas o la luz interior proyectada de manera uniforme. A veces se detenía ante algunas obras, sobre todo las que tenían sonido y luces y aquel museo, que era de arte contemporáneo, a menudo tenía alguna exposición temporal con instalaciones artísticas y audiovisuales.

Era un museo de provincias, la afluencia de gente no era un problema, pocas veces estaba lleno, por eso el museo era un lugar estimulante para Lucas. A medida que crecía, el tiempo que pasábamos dentro era más corto. El museo creció en exposiciones de artistas reconocidas y con ello incrementó los públicos poco a poco. A partir de entonces, Lucas hacía los recorridos más rápidamente y expresaba su malestar cuando había mucha gente con su manera de comunicarse, que no siempre agrada a todo el mundo, gritando y corriendo. La cafetería del museo pasó a ser su lugar favorito en el edificio, estaba en la entrada y no había que pasar por las salas; además tenían su postre favorito y lo conocían, que gritara o se moviera no era un impedimento.

“Era un museo de provincias, la afluencia de gente no era un problema, pocas veces estaba lleno, por eso el museo era un lugar estimulante para Lucas”. Foto: bienal de arte contemporáneo de Lyon. Por Javier Hidalgo.

Hacia los diez años dejó de entrar en las salas y también en la cafetería, los cambios de personal no le convencían, por eso lo explico en pasado. Ahora, cuando pasamos al lado ya ni se mira el edificio, pasa de largo siguiendo su camino habitual. Ya no entra en el museo.

Todo esto lo detallo porque vi por las redes sociales, que los supermercados Bonpreu y Esclat han reservado cada sábado de 15 a 17 horas, dos horas «tranquilas» con reducción de la intensidad lumínica y acústica para favorecer la compra a personas con autismo e hipersensibilidad sensorial. Me hizo pensar sobre el tema, ya que, muchos museos ya tienen una luz tenue o poco ruido y otros hacen actividades específicas para estas personas de manera individual o con el apoyo de Apropa Cultura. Su grado de implicación cada vez es más alto y en Catalunya también contamos con un grupo de trabajo de Museos y Accesibilidad que trabajan estas cuestiones y reflexionan continuamente sobre las acciones y actividades que ofrecen y pueden ofrecer para estos colectivos y personas.

Lucas no puede hacer una actividad específica para personas con autismo en un museo, porque su grado de autismo es muy alto. No tiene habilidades sociales hacia personas desconocidas y su manera de comunicarse es gritando y con algunos gestos que solo conoce la familia más cercana, ni yo misma le entiendo muchas veces. E igual que Lucas hay muchas personas con discapacidad cognitiva y sensorial, que querrían, o que también tienen derecho a disfrutar de la visita a un museo sin realizar una actividad específica para su colectivo en cuestión porque se sienten más seguras yendo con sus familias o cuidadoras.

La ley de 2014 de Accesibilidad o el decreto de 2013 que aprueba la Ley general de derechos de las personas con discapacidad y su inclusión social, quieren garantizar el acceso a la vida cultural y la igualdad de trato a todas las personas con discapacidad y el Plan de Accesibilidad de museos y centros y espacios de artes visuales de Catalunya, así lo resalta. No sólo se trata de hacer actividades para estas personas, sino también de facilitarles el acceso a los edificios y colecciones. Sabemos que poder disfrutar del arte y la cultura es un elemento importante para la salud de las personas, y que mejora su calidad de vida, pero no todas tienen un acceso favorable. Reservar unas horas para estas personas y avisar a los colectivos y las asociaciones de familias con discapacidad para que puedan venir a nuestros museos, sería un paso más hacia esa accesibilidad universal e inclusiva que queremos para nuestros museos. Tenerlos en cuenta e invitarlos, y si es necesario, acompañarlos y hacer evaluación de cómo podríamos mejorar este acceso a los museos para todas estas personas que no pueden hacer actividades programadas por su grado de discapacidad o preferencias personales.

De esta manera, Lucas podría volver al museo, Jordi con discapacidad cognitiva podría visitar el museo con su hermano Pere, o Anaïs con discapacidad sensorial y amiga de Andrea podría disfrutar de una visita comentada a su museo favorito.

¿Algún museo se anima?

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