Museos: ¿arte para adultos, ciencia para niños?

Pere Viladot, El Museo Transformador. Twitter: @EMTransformador, @pereviladot

Este artículo ha sido originalmente publicado en catalán en el digital cultural Núvol.


Repasando los datos de visitantes de los museos de Barcelona de 2019, se constata un dato que no por sabido, deja de ser muy preocupante: los museos de arte no están pensados para llevar a los niños, mientras que los de ciencia no atraen a los adultos. Por poner dos ejemplos concretos de este estudio, el 61,2% de los visitantes del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (MCNB) va con la familia (con niños) acompañados o no de otras familias amigas, mientras que en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) este porcentaje se reduce a un escaso 11,8%. «Vaya, ya haces trampas», puede decir alguien: «en el MACBA, el 72,1% de los visitantes son extranjeros, turistas». Y es cierto, lo que aún preocupa más: el ciudadano de Barcelona y de Cataluña no se siente atraído, ¿no es cierto?

El museo de ciencia cuenta historias. Australian Museum, Sidney. Autor: Pere Viladot.

(Nota: que los datos de los museos de Barcelona no incluyan todos los museos de Barcelona es una anomalía que Pepe Serra ya ha denunciado más de una vez. En Barcelona conviven tres sistemas museísticos públicos, el de la Generalitat, el del Ayuntamiento y el de la Diputación además de los privados. En pleno siglo XXI esto ya no es sostenible, debe haber una única política museística.)

Pero volvamos a los datos sobre familias con niños en los museos. De este estudio se puede deducir que en valor absoluto unos 40.000 visitantes del MACBA van con la familia, mientras que en el MCNB lo hacen casi 70.000. Teniendo en cuenta que el primero tiene más de 300.000 visitantes mientras que el segundo no llega a 120.000, vemos la desproporción. Me atrevo a decir, porque lo conozco un poco, que los que van a los museos de arte se sienten atraídos por las actividades familiares con educadores y no por las propias exposiciones, mientras que en su mayoría, a los de ciencias van sobre todo por el atractivo de las exposiciones (atención, de hecho para algunos elementos concretos de ellas como por ejemplo, los animales disecados).

Vayamos un poco más allá. El adulto que visita un museo de ciencias, que mayoritariamente suele tener entre 30 y 50 años (un 64,2% en el MCNB), lo hace porque acompaña a sus hijos a pasar un día en el museo, a pasarlo bien , no porque se sienta atraído él por sus contenidos. «Vine cuando iba a la escuela y ahora llevo a mis hijos» es una frase que se oye a menudo cuando has trabajado en él. Contrariamente, en el MACBA, los visitantes de estas edades sólo representan el 38,3%.

Y lo peor de todo ello es que lo hemos normalizado tanto que ya lo aceptamos como un hecho inmutable. Sí, nos preocupa que a los museos de ciencias no vayan los jóvenes por sí mismos, que el nivel educativo del visitante de museos sea el principal activo para serlo y no sabemos cómo atraer a los no visitantes, pero más allá de acciones puntuales con muy buenas intenciones pero poca repercusión, no se va a la raíz del problema. Y para nosotros, en El Museo Transformador, la raíz del problema es la museografía.

En las exposiciones, en general, el museo de arte coloca piezas con cartelas, mientras que el de ciencias cuenta historias. Las historias en el museo de arte quedan escondidas y sólo las saben los eruditos, diríamos que descuida su narrativa. En este artículo ya lo denunciaba hace unos meses. En cambio, el museo de ciencias se suele exceder en la cantidad de historias que explica; quiere explicar tantas, que al final su narrativa queda eclipsada por el poder de unas piezas con una potencia emocional muy fuerte que genera los «Oooooh, mira!» que sirven sólo para pasarlo bien, para el «vamos a pasar la tarde».

 

El museo de arte coloca objetos en las exposiciones. Museum Of Modern Art, Nueva York. Autor: Pere Viladot

Y, ¿por qué ha pasado esto? Creemos que porque hemos puesto el énfasis en el adjetivo y no en el sustantivo. Históricamente, cuando hemos creado y desarrollado las exposiciones, lo hemos hecho pensado en que eran de arte, de ciencias o de historia y no en que eran de un museo; de un museo que quiere comunicar y que lo tiene que hacer con su lenguaje propio: el museográfico. Un lenguaje que los museos ya no desarrollan ni investigan sino que lo delegan en estudios de arquitectura o de diseño reduciendo a menudo los proyectos museísticos a proyectos de interiorismo.

El museo no es el único lugar donde se aplica este lenguaje, lo hemos visto en centros comerciales, bibliotecas e incluso podríamos decir que lo utiliza IKEA cuando nos monta aquellos pisos de 30m2 para demostrar que todo cabe. Pero el museo es el lugar donde nació y es el lugar que lo debe desarrollar e investigar. Los recursos del lenguaje museográfico son básicamente cuatro: los objetos reales o representados, las experiencias y las metáforas. Estos dos últimos recursos, experiencias y metáforas que nacieron y son muy utilizados en los museos de ciencias, también deberían serlo en los de arte (y en el resto). Son cuatro categorías de recursos descritos en el libro El museo de ciencia transformador de Guillermo Fernández, que deberían ser la base de toda exposición de un museo, sea del apellido que sea.

Hay que perder el miedo. Ahora que hemos perdido a los turistas por la COVID-19 corremos el riesgo de retroceder en vez de avanzar, de pensar que escondidos hasta que pase la tormenta nos salvaremos y no es verdad. O hacemos el cambio ahora o volveremos a caer en tópicos que dentro de los museos se critican mucho pero se toleran demasiado. Ha llegado la hora de pensar en unas exposiciones menos glamurosas pero más educativas, mucho más transformadoras, en las que comuniquemos las historias (¡pocas!) que surjan del diálogo con nuestra comunidad para hacerlo más social de verdad y no de boquilla. Pero para hacer esto es necesario un replanteamiento a fondo de la gestión de los museos para hacerla menos ejecutiva y más estratégica, menos directiva y más participativa, menos impuesta y más dialogada. ¿Estamos dispuestos a ello? ¿Están dispuestos sus directivos?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir arriba