Los calzoncillos perdidos de Joan Miró

Pere Viladot, El Museo Transformador.


En el Museo Can Mario de Palafrugell, la Fundación Vila Casas y la Fundación Joan Miró presentan hasta el 28 de noviembre, la exposición Miró Gaudí Gomis. El sentido mágico del arte. A través de esculturas, dibujos y grabados de Miró, podemos adentrarnos en las influencias que recibió de Gaudí y que tanto repercutieron en su obra. Las fotografías de Joaquim Gomis, que inician la exposición, de un blanco y negro a menudo hiriente por la luz natural que captan, nos ayudan a establecer puentes entre ambos. Los textos, claros y no muy largos, ayudan a la comprensión. Para legos en arte como yo, visitar este tipo de exposiciones siempre representan un buen aprendizaje.

Sin embargo. Siempre hay un sin embargo o al menos yo, visitante, se lo encuentro. Nunca te cuentan historias de vida, se quedan en la faceta —imprescindible, claro— del artista y no entran en la persona. Lo echo en falta en la mayor parte de estas exposiciones temáticas. Eso por no hablar de ciertos defectos museográficos, graves en mi opinión, como una iluminación indigna que en muchos casos proyecta tu propia sombra sobre el objeto que estás observando (Foto 1). No se entiende en un museo tan cuidado en otros aspectos y con una colección de escultura contemporánea tan relevante. En la permanente no es mucho mejor: la obra Quadrifacial (Quadrifacial: de cuatro caras, ¿verdad?) de Río Sierra, se expone arrimada a una pared y no en medio de la sala como requería (Foto 2). Una vez más, se demuestra que hablar el lenguaje museográfico no es el objetivo principal de muchas de las exposiciones de arte.

Foto 1. La iluminación proyecta la propia sombra sobre algunos de los objetos expuestos. Autor: Pere Viladot.

Foto 2. Obra Quadrifacial de Riu Serra, adosada a la pared en la exposición permanente del Museu Can Mario. Autor: Pere Viladot.

La disposición clásica de los objetos, cuadros y fotografías colgados en la pared y esculturas sobre peanas, con una distribución de apareamiento en función del mensaje que se quiere transmitir, parece que sea la única manera de exponerlos. Es cierto que, gracias a las explicaciones de los textos, a esta disposición de apareamiento y a las fotografías de Joaquim Gomis, se entiende lo que la exposición pretende pero le falta fuerza. Y le falta porque a menudo los museos no salen de lo clásico, de lo que ya está bien, de lo que es fácil hacer.

¿Y los calzoncillos perdidos? ¿Dónde están?

Ahora voy. En mi opinión la joya de la exposición no la encontramos en ninguna de las esculturas, los grabados o las fotografías. (Que se me entienda bien, por favor, me refiero a nivel del lenguaje museográfico, no como obras de arte). Una joya manuscrita que contiene todo lo que la exposición quiere explicar y mucho más. Una simple carta. En una vitrina horizontal que seguramente pasará desapercibida para muchos visitantes. Una carta difícil de leer porque te das sombra (Foto 3. Disculpen la foto, la tuve que hacer sesgada). Una carta que Miró le envió a su amigo ceramista Josep Llorens i Artigas con quien compartió una gran parte de su obra creativa.

Foto 3. Página final de la carta de Joan Miró a Josep Llorens i Artigas a raíz de los trabajos para la concepción y creación del mural para la sede parisina de la UNESCO. Autor: Pere Viladot.

En 1955, la UNESCO le encarga un mural para la sede de París. Comienza entonces el trabajo conjunto de Miró y Llorens Artigas. La carta, leída de arriba abajo (son tres folios), te acerca mucho más al personaje de Miró y a las influencias que recibió de Gaudí que muchas explicaciones eruditas que se puedan hacer. Y esto es así porque lo lees de la mano del propio Miró. Con letra comprensible, con las líneas que al final se tuercen hacia abajo, con dibujos para hacer más patente lo que le cuenta. Una carta que lo muestra maravillado y le pide que vaya a descubrir la roca redonda que Gaudí enmarcó en el muro de la calle Olot que cerca el Park Güell, por las posibilidades que les da de hacer el gran el gran círculo rojo y que a partir de entonces, empleó en múltiples obras.

Foto 4. Mosaico de Joan Miró en el Pla de l’ós en la Rambla de Barcelona. El círculo está inspirado en una roca que Gaudí enmarcó en el muro que valla el Park Güell. Autor: Eric. Wikimedia Commons bajo licencia CC BY 2.0.

También le propone, entre otras cosas, que deben ir juntos a ver las Cuevas de Altamira, que consideraba el primer mural artístico de la Humanidad. En fin, una carta que refleja todas las influencias que la evolución creativa de un artista conlleva. Que no nos muestra el resultado final sino el proceso, que nos cuenta una historia íntimamente vivida y que termina con una petición final de traca que transcribo literalmente:

«Podrías preguntar a Rosita si me olvidé unos calzoncillos en tu casa. Bien, ya nos iremos dando noticias recíprocamente.

Un abrazo a todos,

Joan»

Este final de la carta yo lo encuentro fascinante. Me apea al artista del altar de los dioses donde lo tenía ubicado y me lo convierte en un humano como yo que se puede olvidar los calzoncillos en casa de un buen amigo. No hay mejor ejemplo de cómo el relato nos acerca a la persona y no nos lo mantiene allí lejos como artista excelso. Nos vincula la cultura del artista con nuestra cultura ¿No debería ser esta carta un elemento importante de la exposición? ¿No se debería reproducir en grande para que todo el mundo la pudiera leer y diera pie al relato que la exposición nos quiere transmitir?

Seguramente los que sois expertos en arte me diréis que chocheo. Quizás tengáis razón, pero os prometo que la exposición, que a pesar de sus defectos museográficos es muy interesante, de golpe adoptó otra dimensión para mí cuando leí la carta y así lo he querido expresar.

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