Guillermo Fernández. El Museo Transformador.
En los primeros años de la radiodifusión, durante los años 20 y 30 del siglo pasado, se crearon composiciones musicales especialmente adaptadas a las grandes limitaciones de un medio todavía no plenamente desarrollado como era entonces la radio. A este tipo de música se le denominó música radiogénica, es decir, música especialmente pensada para ser radiada en condiciones óptimas. Así, instrumentos tales como los de viento-madera, el arpa, la guitarra o el xilófono eran considerados especialmente radiogénicos, contrariamente a los de viento-metal. Algunos compositores como Mozart o Bach se consideraban más radiogénicos que otros como Beethoven o Debussy. Incluso algunos importantes compositores como Paul Hindemith recibieron encargos expresos de diferentes emisoras para componer piezas radiogénicas[1]. El término radiogenia puede sonar un poco raro, pero se comprende muy bien si se compara con otro concepto de idéntica terminación: la fotogenia, que, como es bien sabido, consiste en la cualidad de ciertas cosas o personas para ofrecer una especialmente buena imagen fotográfica.
Podría extenderse este mismo concepto y relacionarlo con los museos y exposiciones, en lo que puede denominarse museogenia[2]. Existen ciertas temáticas o recursos que parecen «lucir» mejor en las exposiciones y no es casualidad que las momias egipcias, el naufragio del Titanic o los dinosaurios sean temas intensamente museogénicos y, por ende, reiteradamente tratados en los espacios expositivos; ello a menudo en detrimento de otros temas que parecen no contar para el lenguaje museográfico a pesar de su trascedencia. Como en el caso de la fotogenia, no siempre es fácil saber exactamente por qué hay ciertos temas que resultan tan favorecidos en la salas de exposición, y sin embargo otros que no lo son tanto o incluso que no lo son nada.
En los museos de ciencia, por ejemplo, la física se suele llevar la palma, mientras que la química ha sido tradicionalmente bastante desatendida o incluso mal atendida. En este caso la razón puede tener que ver con lo tangible de los medios de cada disciplina: siendo que el lenguaje museográfico basa su singularidad y eficiencia en las potentes capacidades comunicativas de sus recursos propios relacionados con aquello que es real y tangible, la física, con sus palpables objetos y sus llamativos fenómenos, resulta mucho más museogénica que la química, materia que trata con recursos, procesos y resultados que se desarrollan a un nivel humanamente poco o nada perceptible.
Otras temáticas poco museogénicas se quedan por el mismo motivo en el tintero de los promotores de exposiciones y museos. La electrónica digital, por ejemplo, a pesar de ser la base del mundo interconectado en el que ahora vivimos, es muy poco comprendida popularmente, y no obstante escasean los buenos proyectos museográficos relacionados con esta materia que, en último término, no acaben tirando de texto y videos, dando lugar así la paradoja de pretender resolver un reto planteado como museográfico por medios no museográficos. En otros campos existe un extenso recorrido a cubrir en lo tocante a la musealización de ciertos conceptos poco o nada museogénicos, como los relacionados con la economía, el derecho, la lengua o la sociedad.
Cabe destacar que las limitaciones que condujeron a la radiogenia eran sobre todo de índole técnica, pero la museogenia se corresponde con aspectos de más amplio espectro, que tienen que ver —además de lo técnico— con lo ideológico y lo social, abriendo las puertas a un apasionante tema de reflexión.
La música radiogénica no duró mucho, ya que la radio pronto se desarrolló lo suficiente como para admitir cualquier tipo de música. Precisamente uno de los motivos de que sea tan importante trabajar intensamente por el desarrollo del lenguaje museográfico y sus recursos propios, sea el de poder abordar con eficiencia y tan pronto como sea posible, también aquellos temas que ahora parecen poco o nada museogénicos.
[1] Julio Arce, musicólogo. En entrevista a Radio Clásica RNE. 9 de marzo de 2023 (programa Longitud de onda).
[2] Este concepto en inglés (museogenic) ya aparece mencionado en un artículo de 1990: Martin R. Schärer (1990) From plate to showcase—is food museogenic?, Food and Foodways, 4:1, 73-75, DOI: 10.1080/07409710.1990.9961969