Curioso documento recibido en nuestra redacción

Un simpatizante de El museo Transformador que desea permanecer en el anonimato, nos ha enviado este documento, el cual llegó a sus manos por casualidad cuando estaba en una empresa en la que hizo algunas prácticas. A petición de él mismo y dado su interés, lo reproducimos aquí de forma íntegra, aunque eliminando los nombres propios.


  • Para: todos los directivos del nuevo departamento de museos y exposiciones de la empresa xxxxxx.
  • De: Sr.xxxxxxxxxxxxxx.

Como os dije en la última reunión, tengo mucho interés en desarrollar a fondo el nuevo departamento de exposiciones, museos y todo eso. He sido un empresario de éxito en cine, televisión, mundo inmobiliario y bolsa, y cuando intuyo algo suelo acertar. Esto de las exposiciones es una mina y puede enriquecernos todavía más puede contribuir a nuestro objetivo estratégico de crear más puestos de trabajo para los jóvenes.

Hubiera querido reunirme con vosotros para explicaros todo esto, pero ahora que estoy vacunado tengo muchos viajes pendientes a Estados Unidos, Rusia y Abu Dhabi, así que os escribo estas líneas rápido desde el hotel, para daros unas nociones de cómo abordar los proyectos y concursos de exposiciones que ahora tenemos en ciernes (perdonad la improvisación y las tachaduras).

Proyectos exuberantes: la clave de todo es hacerle al museo una propuesta de exposición o museo realmente voluptuosa. Mi fino olfato me dice que los directivos de los museos y exposiciones quieren muchas visitas, poco trabajo y ninguna responsabilidad, así que lo que les gusta es encargar cosas rimbombantes que queden bien en los periódicos y de las que puedan presumir ante sus presidentes.

Aprovechad para divertiros inventando de todo… ¡imaginación al poder! Es el momento de eso que llaman «bisutería intelectual». En esto os puedo ayudar yo personalmente, ya que no en vano tengo familia de Castellón por parte de madre en el gremio de la pirotecnia. Recordad que el proyecto debe ser muy llamativo pero a la vez alineado con lo que más nos convenga económicamente a nosotros, a la empresa. Por cierto: aprovechando esto de la «transición digital», es el momento de colocarles a los museos todo tipo de pantallas y producciones de video e infografía, pues normalmente lo tragan casi todo (ya os contaré lo que he pensado al respecto).

Renders: encargad muchos renders desde todo ángulo y posición, y no os preocupe dedicar los recursos que haga falta a ello. Tengo claro que no hay nada que más le guste a estos clientes que no tener que leerse nada y sólo mirar un bonito render en din A-3, más que nada para discutir todos juntos el color del rodapié durante horas. Además, hacer renders es muy caro y la competencia no puede permitírselo, lo cual nos da mucha ventaja. Yo personalmente me lo paso bomba viendo como otras empresas entregan textos sesudos sobre aspectos educativos de la exposición, y otras coñas marineras, mientras los ojos de los directivos se van directos a mis renders como si fueran fotos de Scarlett Johansson en bikini. Entre discutir los renders y debatir los colores del logo de la exposición, se nos pasa la reunión con todo a nuestro favor.

Que vengan a casa: intentad siempre que los clientes vengan a nuestras oficinas a presentarles el proyecto, con la excusa de que vean las instalaciones, etc… No olvidéis hacerles pasar por la zona de la mesa de billar, y aseguraos de que haya un par de chavales jugando y tomando unos zumos. Llenad las paredes de los despachos de fotos de museos y exposiciones en que hayamos participado (o no hayamos participado).

Ir nosotros a su casa: de todos modos, ahora cuesta que los clientes nos vengan a oficinas, así que no suele quedar más remedio que ir nosotros a los museos a hacer las presentaciones. En este caso, no quiero que vayáis menos de siete personas, pues la idea es imponerse al cliente también en número. La mayoría de los que vayan que sean chicos guapos y chicas jóvenes, algún maduro y un par de becarios (¡recordad que todo esto es formación gratis!). Ah! Y no quiero a nadie allí con un portátil, tablet o móvil que no sea de este mismo año.

No hace falta que la gente que vaya sepa gran cosa: lo bueno que tiene esto de las exposiciones y museos es que cuelan casi todas las profesiones: fotógrafo, arquitecto, diseñador gráfico, dibujante, técnico de marketing, coach… Qué cada uno diga su formación directamente y seguro que nadie desentona.

Vender la moto con mucha determinación: la estrategia es vender nuestra moto como si dominásemos el tema, sin complejos. Llevaros a un buen powerpointero, de los que se imponen con vehemencia y hablan de cualquier tema como si lo dominaran (en la empresa tenemos varios y no hace falta que sepa mucho de exposiciones ni museos). Veréis que el cliente no suele hacer muchas preguntas y normalmente se mostrará encantado de que lo hagamos todo nosotros puntualmente para el día de la inauguración y con las ideas tan claras, de modo que ellos sólo tengan que pagar la factura. Museos y exposiciones suelen aprobar enormes paquetes presupuestarios para concursar grandes superficies, aunque les saldría mucho más efectivo y barato segmentar en subproyectos. Por fortuna para nosotros, con esos grandes paquetes ellos tienen menos trabajo, y a nosotros nos permiten inmensos márgenes.

La Ley del espejo: de vez en cuando encontraréis alguno de algún museo (o algún asesor o comisario que ellos hayan contratado) que sabe un poco más y que nos pone pegas a nuestra propuesta, o que nos pregunta si hemos tenido en cuenta la evaluación del impacto educativo o chorradas cosas de esas de ahora…

En estos casos, de entrada a mí me funciona bien intentar dejarle de carca o anticuado y vender que nosotros somos renovadores, hemos superado lo anterior y traemos ideas innovadoras de museología. Si eso no funciona, en segundo lugar pensad que nosotros somos al menos siete personas, por lo que cualquier cuestionamiento del cliente habrá de soportar siete comentarios nuestros en contra: el cliente que nos ponga pegas tendrá que tenerlas muy claras para soportar nuestras siete amables contrarréplicas sucesivas.

Si nada de esto cuela, os confío la estrategia que me ha hecho rico: la ley del espejo. En estos casos extremos, sobretodo no os peleéis con el cliente. A nosotros nos da igual hacer una cosa que otra, pues lo que realmente queremos es pillar el contrato y obtener los mejores márgenes; no perdáis eso de vista. Si el cliente quiere nabos, pues nabos le damos. Si quiere coles, pues coles.

Si pasa esto, nuestro powerpointero tiene que ser muy ágil y cambiar todo el discurso hacia lo que el cliente enteradillo mencione, pero sin que se le note mucho que ahora está diciendo “digo” donde hace cinco minutos decía “Diego”. Para eso debe interpelar amablemente al cliente que pone pegas resistentes y consultarle todo el rato su parecer. De hecho, algunas veces el cliente a lo mejor quiere algo que nos resulta incluso más rentable que lo que proponíamos nosotros, así que en estos casos se impone hacer lo que digan ellos, pasando de lo la mandanga que traíamos nosotros (siempre que nos siga saliendo rentable a nosotros, claro está).

Por otra parte, en estos casos pedidle al cliente un documento detallado de su idea y visión: todo eso es valiosa información gratis que nos resultará útil a nosotros, tanto para este proyecto como para otros.

Si aun así veis problemas, o lo que proponen sale demasiado barato, me lo decís y ya miraría de encargarme yo tocando más arriba.

Ofreced producción y todo lo que sea: a todo lo que os pida el cliente responded afirmativamente. Si os preguntan si haríamos la producción, por ejemplo, decid que sí (podemos subcontratar a alguna de las empresas que se presentaron al mismo concurso, por ejemplo). Si os preguntan si redactamos textos o hacemos materiales educativos, decid que sí (eso es cuestión de coger dos chavales que hayan salido de un máster y darles cuatro perras). En cuando a los plazos, decid que sí, que llegaremos a todos los que se hayan marcado: una vez firmado el contrato, ya veremos cómo escaparnos. Recordad mi regla de oro: una vez tengamos el concurso ganado y el contrato firmado, con un poco de mano izquierda el mango de la sartén pasa casi enteramente a nosotros.

Espero que os sirvan estas notas por el momento. Si acaso dentro de poco hacemos un Zoom y hablamos con más detalle. No os tengo ni que decir que intentéis que estas notas no las lea nadie más que vosotros, aunque en realidad me importa un pimiento si las lee alguien más o no.


Este artículo es solo un ejercicio literario de El Museo Transformador. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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