Descubrir otras digitalizaciones

Esta es una traducción al castellano que hemos realizado de un artículo de Omer Pesquer originalmente editado en francés.


Lo digital entró en nuestras sociedades hace cincuenta años. Innovamos en términos de herramientas, dispositivos, plataformas… ¿Pero qué lugar ocupa la reflexión? Especialista en tecnologías y usos digitales, Omer Pesquer ofrece su meta-visión de la relación del museo con la tecnología digital. Aboga encarecidamente por la responsabilidad social del museo para guiar sus elecciones hacia una digitalización sostenible, más ética y eco-responsable.

En julio de 1969, el hombre pisó la Luna. En octubre de 1969, la red Arpanet estableció la primera comunicación entre la Universidad de California en Los Ángeles y el Stanford Research Institute. A partir de entonces, la exploración humana discurrió en el mundo digital. Desde entonces, el hombre no ha ido físicamente más lejos que a la Luna pero lo digital devora el mundo. En noviembre de 2012, en la portada del MIT Technology Review, Buzz Aldrin resumió este trayecto: «Me prometisteis colonias en Marte. En su lugar, tengo Facebook«…

La reflexión iniciada aquí cuestiona el lugar de lo digital con una perspectiva ampliada en el tiempo y en el espacio. Se trata además, de las cuestiones que se han formulado y de las soluciones propuestas con urgencia a causa de la crisis actual, de aprovechar este período para volver a fundar juntos los ecosistemas digitales de los museos.

En los espacios digitales…

¿Cuál sería nuestra realidad actual sin lo digital? En los últimos años cincuenta años, las tecnologías de la información y la comunicación han ocupado un lugar importante en nuestro entorno. A los niños del siglo XXI les resulta difícil imaginar este misterioso mundo anterior. «¿Cómo lo hiciste sin Internet?» es una pregunta recurrente que hacen a los padres.

Desde principios de la década de 1970, al igual que en otros sectores de actividad, la informática ha entrado en la esfera de los museos. A mediados de la década de 1990, los museos se mudaron a la web, creando sitios cada vez más complejos y voluminosos. En la década de los 2000, los museos se unieron a las redes sociales y otros  «sitios privados» en línea. A lo largo de estos años, los profesionales del museo (internos y externos a las instituciones) han ofrecido múltiples experiencias digitales in situ y online[1] Cuando se produjo el primer confinamiento en marzo de 2020, estas experiencias y entornos en línea salieron a la luz: las propuestas de los museos convergían con las expectativas del público.

A lo largo de 2020, los equipos de estas organizaciones han desarrollado el museo remoto, el «telemuseo»[2] Se han utilizado muchas plataformas digitales para ofrecer contenido multiformato y también para trabajar juntos en áreas de intercambio ricas e invisibles.[3] En noviembre de 2020[4],  Icom señaló en su encuesta de seguimiento: «La crisis Covid-19 ha cambiado para siempre la percepción de lo digital para los museos, exacerbando los problemas existentes y acelerando los cambios en curso

¡Zonas oscuras!

A lo largo de 2020, se han hecho muchas preguntas sobre las opciones digitales de las instituciones. ¿Insuficiente o demasiado digital? ¿Lo digital todavía tiene que ser gratis? ¿Es necesario añadir la mediación humana a la mediación digital?

La hiperpresencia en línea de los museos durante el primer confinamiento también fue sinónimo de urgencia y de necesidad de atención. Es posible imaginar la presión que hubo sobre los equipos internos para producir todo este contenido cotidiano. A largo plazo, la fatiga se ha apoderado tanto del lado de los museos como de los públicos; una fatiga general de individuos atrapados detrás de sus pantallas, a menudo teniendo que trabajar remotamente con las mismas limitaciones horarias que antes. El período no fue realmente de una aceleración de la transformación digital, sino de una transposición digital forzada en torno a la teleconferencia.

Durante este periodo, el predominio de los gigantes de la web y otras grandes empresas del mismo sector económico[5] aumentó la dependencia de las instituciones museísticas de estas plataformas. A la pregunta «¿Deberían los museos que sirven a la sociedad y su desarrollo alentar o luchar contra el capitalismo de monitoreo?», la respuesta no es obvia, para los museos que no han sido capaces de afirmar su independencia durante este período. Durante la crisis sanitaria en Francia, hemos podido observar muy pocos proyectos digitales desarrollados en común o nuevos contenidos abiertos (open content).

¿Para qué sociedad?

Es necesaria una seria revisión que supere la visión estrecha que circunscribe la tecnología digital a las herramientas y las soluciones. También es importante descubrir ciertos hechos, salir de las lógicas cifradas, abrir las cajas negras.[6]

Asímismo es necesario recordar que los entornos digitales y el universo físico siguen  reglas y lógicas muy diferentes. Un visitante en línea no es un visitante físico. ¿Cuál es la duración media de una visita en línea en comparación con una visita física? ¿Deberíamos contar visitas de menos de 30 segundos? ¿Debemos excluir las visitas de robots informáticos? ¿Qué significa un «me gusta» en una publicación en la red social? Para una institución, se ha convertido en esencial conocer bien a sus audiencias en línea. Se deben realizar análisis finos, de lo contrario estas audiencias sólo serán ilusiones producidas por los datos estadísticos de los gigantes de la web.

Los museos ya no pueden permanecer digitalmente neutrales. Deben tomar decisiones y avanzar hacia modelos ansiados para las sociedades futuras. Para lograrlo, habrá que tomar distancia con los gigantes de la web que imponen sus plataformas, algoritmos, modelos y calendarios para satisfacer sus enormes apetitos económicos[7] Lejos de las competiciones basadas en el corto tiempo que promueven la captura de información asociada al desvío de la atención, podemos probar otros caminos.

Se me podría objetar que los museos, para ser actores digitales, sólo pueden sumergirse  en la carrera por la innovación. Es necesaria otra perspectiva temporal: en lugar de la aguja del cronómetro, observemos la aguja de la catedral, si la primera da la impresión de que el tiempo se está acelerando, observando la segunda la sensación se invierte[8]. En 2020, se ha hablado mucho de boletines informativos y podcasts, que se remontan a la década de 1970 y principios de la década de los 2000, respectivamente. El futuro se basa constantemente en el pasado y viceversa. Muchas cosas han cambiado, incluyendo la transmisión de información, los formatos y la forma en que se implementan los mundos editorializados.

Son posibles otras alternativas digitales más éticas y ecoresponsables[9]. Al igual que la de los seres vivos, es urgente que se defienda la diversidad digital. ¿Qué futuro nos espera sin naturaleza? Igualmente, ¿qué futuro nos espera sin digitalización? Los museos tienen que desempeñar su función en este ámbito.[10]

Descubrirlo juntos

Para ganar a largo plazo e influir en la sociedad del mañana, los museos deben trabajar en objetivos comunes que promuevan la diversidad digital y la sobriedad de su uso. El desarrollo de software común y plataformas online abiertas debe formar parte de sus objetivos, así como fortalecer el trabajo en común con otros actores (los del sector expositivo,   los de  otros  ámbitos culturales, con sus públicos…).

Es necesario salir de los marcos de pensamiento programados, ir más allá del concepto reduccionista de continuidad de las visitas, para dar a lo digital en línea toda su amplitud. En un mundo donde lo físico y lo digital están fuertemente imbricados, la visita al museo sigue siendo un punto de entrada importante sin ser el único. Al destacar las misiones de los museos en lugar de sus colecciones, los ecosistemas en línea serían concebidos como espacios sociales acogedores que conectan museos y públicos diversos a largo plazo.

«Debemos pues, ir más allá de la concepción demasiado estrecha de la previsión positivista, que simplemente extendió el pasado hacia el futuro. El mañana no será como el ayer. Será nuevo y dependerá de nosotros. Hay menos por descubrir que por inventar

Gaston Berger, fundador del Centro Internacional de Prospectiva en 1957.

La imaginación es esencial para construir otras posibilidades entre los museos y sus audiencias a través de lo digital. Si los museos no hacen un trabajo de proyección hacia el futuro, probablemente estarán cada vez más dominados por otros imaginarios, en particular los de los gigantes web del mundo.

La actual crisis sanitaria ha confirmado la importancia de la tecnología digital en nuestro entorno y sobre nuestro entorno. A partir de ahora, ya no podemos creer ingenuamente que en un futuro próximo no son posibles otras crisis de diferentes naturalezas (ecológicas, climáticas, económicas, energéticas, sanitarias…).

Vistas desde el espacio, las zonas terrestres habitables son muy limitadas. Como nos recuerda Bruno Latour con tanto acierto: «Todos células, plantas, insectos, animales y personas—vivimos en áreas críticas».[11] Con el fin de asegurar que estas áreas no se vuelvan más hostiles, ahora es crucial dirigir acertadamente nuestras acciones en muchas áreas, incluyendo la digital.

[1] Ver el post del autor en línea Francia: más de 30 años de lo digital para los museos: https://omer.mobi

[2] Ver el aumento de las visitas en remoto durante los cierres de los museos. Esta forma de visita se ofrecía a los escolares por el Museo de la Gran Guerra (14-18) en Meaux desde 2014.

[3] Le Marec J. Les musées invisibles: où se réfugient-ils?, La lettre de l’Ocim, n° 189, mars-avril 2020: https://ocim.fr.

[4] Informe de seguimiento de Icom: Museos, Profesionales de Museos y Covid-19, 23 de noviembre de 2020

[5] Por ejemplo, Zoom Video Communications  (servicio de teleconferencia)  o Matterport (tours virtuales).

[6] Algoritmos manipuladores, interfaces sesgadas, costes energéticos en la nube…

[7] En las 6 mayores capitalizaciones  de mercado del año 2020 se encuentran las 5 Gafam (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft).

[8] Con frecuencia se señala el supuesto retraso de los museos en el campo de lo digital. Contrariamente, rara vez se especifica la naturaleza exacta de este retraso. En Afrotopia (2016), Felwine Star muestra el mismo cuestionamiento sobre el «retraso» de África en comparación con Occidente.

[9] Véanse, por ejemplo, los enfoques de Designers Éthiques (una asociación de investigación-acción en torno al diseño digital responsable y sostenible: designersethiques.org) o Hérétique (el colectivo convencido de que otra digitalización es posible: heretique.fr).

[10] Sería de agradecer que las instituciones museísticas ofrecieran una formación activa para apoyar el desarrollo de la deseable diversidad digital.

[11] «That’s where we all live —cells, plants, bugs, beasts and people»: Bruno Latour en su comentario en la exposición Critical Zones at ZKM, Karlsruhe en 2020.

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